JOSEP MARÍA SERT – El archivo fotográfico del modelo

30 11 2012

Portada Sert

Josep María Sert: “El archivo fotográfico del modelo”, una reveladora exposición organizada en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, que muestra 74 fotografías hechas por el pintor catalán durante el proceso de creación de sus monumentales cuadros. En ellas se presenta el sorprendente proceso de trabajo de este gran muralista europeo del siglo XX, uno de los artistas más célebres de su tiempo.

El motivo de la ubicación de la exposición en el MNE se debe a la fascinación que Sert sentía por este museo y por la obra de Alonso Berruguete. Y por la colección que museo posee de las figuras de Belén napolitano que el pintor utilizó en su proceso de creación artística.

Josep M. Sert (Barcelona, 1875 – 1945) creó una particular obra pictórica de temática a menudo alegórica y religiosa. Desarrolló su vida artística en París, donde ensayaba con modelos, maniquíes y figuras, creando grandilocuentes escenografías.

“El archivo fotográfico del modelo” nos adentra en una pequeña parte de esas imágenes, que habían permanecido inéditas durante años. Pertenecían a Leonard Mancini, su modelo y ayudante en las dramatizaciones que el pintor hacía en su estudio. Estas fotografías descubren al artista en su faceta más íntima y vanguardista.

Estudio para el San Sebastián de «El altar de la raza»

A la muestra, que se presentó por primera vez en el Arts Santa Mónica de Barcelona, se añadieron a su paso por el Museo de San Telmo de San Sebastián, 19 fotografías inéditas restauradas para la ocasión. En su presentación en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, la exposición se completa con 18 figuras de belenes napolitanos del XVIII de la colección permanente del museo, dos de las cuales fueron propiedad del artista.

El artista, experimentaba en su taller, tratando de integrar la pintura en la arquitectura como forma de renovación del arte mural.

Comprometido con la causa aliada, durante la primera guerra mundial acudió al frente con su máquina de fotos en compañía de Jean Cocteau y Misia, que incluso fue vestida con uniforme de la cruz roja. Con un par de ambulancias ayudaron a socorrer heridos. Sert organizó también a un grupo de fabricantes textiles para suministrar

ropa y mantas al ejército francés, acciones todas por las que le concederían la Gran Cruz de la Legión de Honor.

En los años 20 empieza su colaboración con los Ballets Rusos, que influirían mucho en su trabajo pictórico. Y durante esta época, su obra recibe su gran reconocimiento gracias al narchante de arte, Wildenstein de Nueva York, quien organizada un gran exposición a través de su galería, especializada en los antiguos maestros y donde, en 1924, el pintor celebra su primera exposición. Dos años después, le llegaría la consagración definitiva con una exposición en el Museo Nacional Jeu de Paume de París.

Los años treinta son los de su reconocimiento oficial e internacional, con los encargos del Centro Rockefeller de Nueva York y la Sala del Consejo de la Sociedad de Naciones de Ginebra, obra esta última que hace por iniciativa de su amigo, el entonces presidente de la Generalitat, Francesc Macià, y que está considerada como la aportación de la joven democracia española al entonces nuevo organismo internacional.

J. m. Sert dirigiendo la instalación de El desarrollo  de la Medicina, en el Rockefeller Center, Nueva York. 1933

LA EXPOSICIÓN

La exposición se distribuye en ocho salas, que muestran un total de 74 fotografías y 18 figuras de belenes napolitanos del siglo XVIII de la colección permanente del Museo Nacional de Escultura. Figuras que se exhiben junto a una recreación del taller del artista, su laboratorio experimental, el lugar del que salieron todas sus imágenes. Un audiovisual mostrará también su disciplina de trabajo, el entorno artístico en el que Josep M. Sert se desarrolló y sus fuentes de inspiración. El recorrido por la exposición lo cierra “El puente español”, un biombo inspirado en la iconografía de Berruguete, por quien Sert siempre manifestó su admiración.

Estudio para “Embarque triunfal”

LAS FOTOGRAFÍAS EN SU TALLER

El gran interés de esta exposición se centra no en la obra pictórica de Sert sino en las fotografías que él mismo realizó en el transcurso de gestación de la misma. Estas, son imágenes que el artista hacía como parte de su proceso creativo y que, por tanto, nunca concibió para exponer. Este archivo nos adentra en una faceta más innovadora y poco conocida hasta ahora en la obra de este artista que, aunque tuvo un amplio reconocimiento en su época, en los últimos años parecía haber caído en el olvido. Estas fotografías, que documentan su inesperado método de trabajo, nos redescubren a Sert como el vanguardista que ahora se reivindica.

En 1918, a través del marchante Vincenzo Catello, Sert adquiere varias figuras de un belén napolitano del siglo XVIII. Curiosamente, algunas de estas piezas pasaron de mano en mano a lo largo de los años, terminando en la colección permanente del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, piezas que ahora se exhiben aquí, junto a las fotografías de Sert.

catellets

Entre 1927 y 1935, Sert se dedica a hacer series de fotografías con esas figuras a las que radicalmente descontextualiza, convirtiéndolas en actores de sus excéntricos montajes y otorgándoles un significado totalmente nuevo. Tan pronto las convierte en castellers, como compone con ellas grandes torres, diagonales y pirámides, encabalgándolas en una iconografía de masas que conecta con el mejor cine del momento, el que hacían Griffith y Eisenstein.

Estas figuras, tenían para Sert un gran interés por las posibilidades expresivas que le brindaba tanto la articulación de sus cuerpos, como el realismo de sus facciones. El artista las sometía a complicadas poses y el montaje final es lo que captaba con su cámara desde inesperados ángulos. Incluso las disfrazaba, para recrear con ellas todo tipo de situaciones: desde el disparate goyesco, pasando por la feria callejera, hasta llegar a la fantasía exótica. Las ropas las confeccionaba una costurera y ese realismo, es el que le permite observar después, sobre la fotografía, cómo incide la luz sobre esas telas que plasmaría más tarde en sus lienzos. Es así como bajo el objetivo de su cámara, Sert transforma la tradición popular navideña en un universo tan alucinado como inquietante.

estudio anatomico

Su modelo y ayudante, Leonard Mancini, posaba en largas sesiones, desnudo y en forzadas poses llenas de expresividad.

 Según María del Mar Arnús, Comisaria de la Exposición: “Así, han quedado unas imágenes con unos encuadres sumamente audaces, perspectivas abruptas, gestos y actitudes nada usuales, y una soltura asombrosa en el manejo de los efectos de equilibrio y desequilibrio.

En algunas de estas fotografías aparecen reforzados los contornos mediante el dibujo, en otras acentuadas las líneas de fuerza, en otras, emborronado el bromuro, otras desenfocadas o cuadriculadas con lápiz. Además de poseer un carácter estético en sí, ilustran su sistema de construcción, descubren la estructura que subyace a una obra sumamente elaborada. Muestran la metamorfosis que experimenta la obra”. 

estudio Cristo

Una sala de la exposición recrea el taller parisino de Sert junto a unas figuras de belenes napolitanos similares a las que le sirvieron como herramienta de trabajo en sus escenografías dramatizadas. Dos de ellas, la Arménide y el Caballo de paso, son las que Sert utilizó en su día, cuando formaban parte de su colección.

belen napolitano valladolid

Forma también parte de la exposición el audiovisual “Josep M. Sert. Un barroco del siglo XX”, que hace un repaso por el entorno artístico que marcó la vida de este catalán afincado en Paris, rodeado de amigos como el director de los Ballets Rusos, Sergei Diaghilev, para quien crea decorados y vestuarios o la diseñadora Coco Chanel, íntima amiga de Misia (su primera esposa). También muestra imágenes del taller que Sert instala en vía Segur, y las fotografías de su asistente, Leonard Mancini, donde el artista revela las enormes posibilidades que le ofrece la fotografía.

El audiovisual incluye también un breve recorrido por Las Cuatro Estaciones, un trabajo inspirado en la iconografía de figuras de Belén con las que trabajaba. Un encargo con el que perfecciona la técnica del “decorado caja”, un tipo de decoración en el que la pintura invade toda la sala ocultando sus líneas arquitectónicas.

escultura_berrugueteLa proyección concluye con los grandes maestros que inspiraron al artista, entre ellos Alonso Berruguete, uno de los escultores mejor representados en este museo, además de Rubens, Goya, Tiépolo o Miguel Angel, sus referentes en la realización de sus pinturas murales. Como definió al pintor el conde de Sert: “modernista por tradición, barroco por formación y elección, y hedonista por naturaleza.”

EL “PUENTE ESPAÑOL”: UN HOMENAJE A BERRUGUETE

La escultura gozó, en el gusto artístico de Sert, de una predilección especial, como se constata en las fotografías que se muestran en la exposición, con sus escenas pobladas de estatuillas y maniquíes. Y como lo corroboran también, no sólo las numerosas fotografías y postales que acumuló durante sus viajes, sino la inspiración que encontró en la imaginería barroca para sus pinturas murales.

Sert siempre manifestó su entusiasmo por el Museo Nacional de Escultura y por la figura de Alonso Berruguete. En su obra “El puente español”, un biombo realizado en 1933 a sanguina sobre tela adherida a tabla, pintó célebres iconos berruguetianos como el San Sebastián, que aquí se exhibirá junto al biombo, obra que cierra el recorrido por las ocho salas de la exposición.

“El puente español”, 1933

INFORMACIÓN PRÁCTICA

Exposición del 21 de septiembre a 20 de enero

Entrada gratuita

Horario:

Martes a sábado: de 11 a 14 h y de 16,30 a 19,30

Domingos: de 11 a 14 h

Apertura nocturna y gratuita: del 21 de diciembre al 4 de enero, hasta las 21 h





El Joven Ribera, en el Museo del Prado

6 06 2011

Dos décadas después, el Museo Nacional del Prado, la gran pinacoteca española, difunde las obras que en 1992 no estuvieron en la antológica exposición del artista valenciano, José de Ribera. Desarrollándose la temática expositiva a partir de los años mozos del pintor, derivado de la consecución de hallazgos relacionados con nuevas atribuciones al pintor de Játiva.

La pieza clave del rompecabezas fue “El Juicio de Salomón”, que junto a una serie de los Apóstoles, que eran propiedad de la familia Longhi, de Florencia, había quedado hasta hoy con la burocrática autoría de El Maestro de El Juicio de Salomón.  En 2002, Gianni Papi, identificaba al Maestro del Juicio de Salomón, como a José de Ribera, el Españoleto. Éste nombre, fue establecido por el historiador Roberto Longhi, al estudiar la obra, propiedad de la Galería Borghese de Roma. Con el tiempo se le atribuyeron a este mismo artista otro conjunto de notables pinturas. Había muchísima confusión, debido en gran parte a que no firmaba las pinturas (solo dos de ellas lo están y, a pesar de ello, había dudas de su autoría), pero también a la evolución estilística de sus composiciones en tan pocos años.

El inconveniente esta relacionado con las obras realizadas por el pintor, que no estaban firmadas; ya que no se firmaban porque los que se consideraban maestros pensaban que su técnica hablaba por ellos, y que el que sabe de arte debe tener un buen ojo para identificar autores. Ésta ausencia de firma no es algo exclusivo de Ribera, sino que otros pintores como Velázquez, Caravaggio,…  tampoco firmaban sus obras. De ahí, ciertos fracasos en algunos historiadores del arte para averiguar el autor de una pintura.

Ribera terminaba cuadros en dos días, buscándose y sufriendo cada poco en su forma de pintar un cabio sísmico. José de Ribera llego a Roma en 1610, en 1616 se fue a Nápoles otro pintor distinto. Pero en ese tiempo, la mano rápida completaba lienzos sin firma que pasaron a la historia como anónimos, creando un debate que dura ya medio siglo, y que parece darse por cerrado y devolver ahora su juventud al pintor de Játiva, Valencia.

Por este y otros motivos, desde el hallazgo de Gianni Papi, no se había realizado una exposición sobre Ribera y toda la etapa de su juventud, relacionándose con los doce o catorce años de su carrera; tanto su estancia en Roma entre 1610 y 1616, como su primera etapa napolitana desde 1616 hasta finales de los años 20.

Ribera pintaba sin esquemas, corrigiendo en el lienzo, y la exposición tiene la virtud de comparar cuadros de apenas tres años de diferencia, que parecen de autores con poco en común. Ese es el tiempo de diferencia, por ejemplo, entre “El Juicio de Salomón” y el grupo del Apostolado y la serie de los Sentidos o el San Jerónimo, indudables de la paleta de Ribera.

«El joven Ribera» reúne, del 5 de abril al 31 de julio, 32 obras, entre ellas los principales hallazgos de esta apasionante labor de investigación, llevada a cabo por los grandes especialistas en el pintor.  La muestra arranca con el cuadro que dio origen a la confusión de autoría, «El Juicio de Salomón», y le acompañan grandes obras de las dos series principales que hizo Ribera en su etapa romana: un Apostolado que perteneció al propio Longhi y tres de las pinturas de la serie «Los cinco sentidos».


En la misma sala, un «San Jerónimo» —primer cuadro que firma Ribera—. Curiosamente, el Prado exhibe en su colección permanente otro «San Jerónimo» de este artista, última obra que firma, en 1652, año de su muerte. Destaca especialmente el espectacular «Calvario», obra maestra absoluta de Ribera.

Una segunda sala; Ribera en Roma, los cuadros de Historia; la copan cinco grandes composiciones, encargadas por sofisticados coleccionistas romanos y creadas por Ribera como cuadros de historia y no devocionales, pese a su temática religiosa: «Jesús entre los doctores», «La negación de Pedro» —también atribuida durante años al Maestro del Juicio de Salomón— o «La resurrección de Lázaro», única obra de juventud de Ribera que atesora el Prado. Fue adquirida en una subasta en Nueva York en 2001. La compra no estuvo exenta de polémica, pues surgieron dudas sobre su autoría, pero el profesor Milucia siempre la defendió y se siente muy orgulloso de que ese cuadro esté hoy en el Prado. Ribera demuestra con estas grandes composiciones que la pintura naturalista sí es adecuada para pintar este tipo de historias.

Junto a ellas, un «Martirio de San Lorenzo», procedente de la Basílica del Pilar de Zaragoza, que es una de las novedades en este nuevo catálogo del Ribera joven.

En Roma, Ribera se aproximó a la pintura de historia -composiciones complejas con varios personajes cuyos asuntos procedían de repertorios narrativos como la Biblia-, género que provocó el debate entre los defensores y detractores del naturalismo, quienes sostenían que era un estilo inadecuado para representar composiciones en las que se usaba una amplia variedad de acciones y “afectos”. Ribera, artista joven y deseoso de reconocimiento, respondió a este debate con obras de formato apaisado, protagonizadas por figuras de considerable tamaño, en las que el lenguaje naturalista constituyó un instrumento muy eficaz para dar credibilidad a las acciones, a los sentimientos y a la relación de los personajes entre sí.

La tercera sala, Entre Roma y Nápoles: medias figuras; comparte obras realizadas en Roma y en sus primeros años napolitanos. Es muy interesante comparar dos «San Pedro y San Pablo» con estilos bien distintos pintados con tan pocos años de diferencia. Uno de ellos está también firmado.

Durante su estancia en Roma y los primeros años de su época napolitana, Ribera también realizó numerosas figuras aisladas o en pareja -generalmente de medio cuerpo y con frecuencia ante una mesa- que en su mayoría eran santos del Nuevo Testamento. En estas representaciones conjugaba su escritura pictórica, precisa y eficaz, con tipologías humanas realistas y composiciones en las que el personaje se encuentra en primer término y ocupa casi todo el campo pictórico dando lugar a imágenes llenas de fuerza y rigor, y que serán el punto de partida de soluciones posteriores, que convertirán a Ribera en uno de los artistas de su tiempo que supieron crear un vocabulario y un repertorio más personales. En esta etapa ya comienza a representar filósofos como en las obras Orígenes y Demócrito, para los que utiliza fórmulas similares a las de los santos, aunque todavía no se recrea en la asociación entre pobreza y filosofía que caracterizó sus representaciones posteriores.

La exposición se cierra con una sala íntegramente napolitana en la que las obras ya son plenamente devocionales, pintadas para avivar el sentido religioso del espectador. En estos años emerge en la pintura de Ribera el cuerpo masculino desnudo como campo de dolor y santidad, que ya no abandonaría nunca en su prolífica y fecunda carrera. Espléndida, la «Lamentación sobre el cuerpo de Cristo muerto», de la National Gallery de Londres. De la serie de la Colegiata de Osuna se exhiben dos obras. Destaca especialmente el espectacular «Calvario», obra maestra absoluta de Ribera.

En 1616, el artista llegó a Nápoles, ciudad en la que permanecería hasta su muerte en 1652. La transformación que su arte experimentó allí está relacionada con las diferentes expectativas que su nueva clientela desarrolló hacia la pintura, lo que se tradujo en un énfasis mayor en cuestiones devocionales. Mientras que las pinturas de composición que había hecho en Roma se caracterizaban por su formato apaisado, su elevado número de personajes y su aspiración a convertirse en cuadros de historia, las que hizo durante su primera década en Nápoles fueron, en su mayoría, verticales, de naturaleza devocional y con un predominio de temas relacionados con la Pasión. En ellos se juega frecuentemente con el contraste entre el cuerpo desnudo y mártir y el afán o la mofa de quienes le rodean, siguiendo una fórmula de amplia tradición que ya había utilizado Caravaggio.

En la Colegiata de Osuna se conservan cinco cuadros de Ribera que representan a San SebastiánSan Pedro penitenteSan Jerónimo y el ángel del JuicioEl martirio de san Bartolomé y El Calvario. Los cuatro primeros fueron realizados entre 1617 y 1619 para Pedro Téllez Girón, III duque de Osuna, virrey de Nápoles entre 1616 y 1620. El Calvario fue un encargo de la duquesa y fue acabado en 1618. Todos ellos ingresaron en la Colegiata antes de abril de 1627. El número de obras, sus dimensiones y la variedad de tipologías y soluciones compositivas convierten al conjunto en uno de los más importantes del inicio de la actividad del pintor.

 

 

Museo Nacional del Prado, Madrid (España)

El Jóven Ribera – Del 5 de abril al 31 de julio 2011

Horario – De martes a domingo de 9 a 20h (último acceso a las 19h)

Acceso – El acceso a esta exposición se realiza por la puerta de Jerónimos. Sala C del edificio Jerónimos

Tarifas de acceso a la exposición

–       General: 10€

–       Reducida: 5€.

 

Tarifas acceso combinado (exposiciones temporales y colección permanente)

Esta entrada permite el acceso a las exposiciones temporales en vigor y a la colección permanente:

–       General: 12€

–       Reducida: 6€

–       Gratuita. Aplicable a menores de 18 años, personas con discapacidad o incapacidad permanente (y un acompañante, cuando sea necesario para realizar la visita), ciudadanos de la UE en situación legal de desempleo, grupos familiares integrados por al menos 1 adulto y 3 descendientes incluidos en el mismo título de familia numerosa, miembros de la Fundación de Amigos del Museo del Prado, profesores en el ejercicio de sus funciones, guías oficiales de turismo y periodistas, siempre que acrediten documentalmente su condición.

Grupos

No se admiten visitas de grupo