Marc Chagall (1887-1985) es uno de los artistas más importantes del siglo XX, con un estilo único creó un lenguaje singular. A lo largo de su dilatada carrera logró alcanzar una personalidad inconfundible a través de sus figuras etéreas, de sus colores, de su imaginario y de sus temas populares. Como muchos compatriotas rusos se instaló en París en las primeras décadas del siglo XX y esos años fueron decisivos para la definición de su carrera artística. En la capital francesa se relacionó con pintores, poetas, escritores, galeristas y marchantes. Pero más allá de esas amistades tuvo la oportunidad de encontrarse frente a frente con las obras de grandes maestros como Rembrandt y pudo aprender de las formas, de los colores y del estilo de Manet, Matisse o Picasso.
La carrera de éxitos de Chagall, en el ámbito del arte grafico comenzó en 1922 en Berlín, donde se detuvo cuando viajaba de París de vuelta a Rusia. En la capital alemana fue acogido cordialmente, pues allí su obra era conocida y despertaba admiración. A través de su encuentro con el galerista y editor alemán Paul Cassirer , Chagall estableció sus primeras relaciones con el mundo del arte grafico. Cassirer deseaba publicar “Mi vida” con ilustraciones del artista, por lo que le encargó una carpeta de 20 grabados. Como Chagall no tenía aún experiencia en este campo, se dejó introducir en esa técnica por Hermann Struck, un extraordinario grabador alemán de origen judío.
Del siglo XVI al XIX, el grabado fue el procedimiento de impresión en bajorrelieve más extendido en Alemania. Para Chagall, que hasta entonces sólo había trabajado como pintor y dibujante, el grabado fue toda una revelación. Con rápida maestría y combianando el buril con la punta seca, creó veinte láminas con escenas de la vida de Vitebsk en los que aparecía sus familiares mas cercanos, y que se imprimieron en 1923 con una tirada de 110 ejemplares. Por esas mismas fechas, Chagall realiza otros grabados, como el titulado “El paseo”, en el que sostiene con un brazo a Bella, que flota en el aire. El grabado fue publicado por la Bauhaus de Weimar. Con esta técnica, surge un nuevo artista conocido por su colorido, y que a partir de ahora trata su obra en blanco y negro, teniendo una gran habilidad en este soporte y convirtiéndose rápidamente en un gran maestro.
En Berlín, Chagall conoció también al artista judío Joseph Budko, famoso por sus xilograbados y litografías. Gracias a él, Chagall descubre el mundo de la litografía, que florecerá mas tarde en su estancia en París. En esta técnica, como procedimiento de impresión plano, el dibujo se aplica con pintura grasa sobre piedra o zinc, mientras que en los procedimientos de huecograbado, como el grabado al aguafuerte o la calcografía, el dibujo se hace arañando o mordiendo el material con aguafuerte o con un buril. Tras establecerse en 1923 en París, Chagall se familiariza con las diferentes técnicas del arte gráfico, haciendo numerosos aguafuertes, estampas a punta seca, aguatintas, litografías y grabados hasta el final de su vida.
En 1927, Vollard propuso a Chagall un encargo que suponía todo un reto, será el que encierra esta exposición: ilustrar Las Fábulas de Jean La Fontaine. Con su fantasía, su poesía y su ironía, esta obra encarnaba fielmente el esprit francés; por eso, se le consideraba como la obra por excelencia de la literatura francesa, un tesoro nacional. Las Fábulas de Jean La Fontaine habían sido ilustradas ya por diversos artistas franceses, pero Vollard estaba convencido que ninguno de ellos había conseguido reproducir adecuadamente su espíritu. Chagall estaba familiarizado con las fábulas de Iván Krylov, autor ruso que igual que La Fontaine, se había servido del poeta griego Esopo como fuente de inspiración.
Entre 1924 y 1928, Chagall descubrió el encanto de los paisajes francés como la Bretaña, L’Isle-Adam en el Oise, la Costa Azul, los Alpes y los Pirineos… decubrimientos que reflejará en su arte. En Chambon – sur – Lac, en Auvernia, Chagall realizó rápidamente en 1926, 31 aguadas sobre las fábulas, y un año más tarde, otras 69. Como el intento de transformar las aguadas en ilustraciones en color no produjo los resultados deseados, Chagall grabó cien láminas para estampar en blanco y negro; esta tarea la llevó a cabo en Céret, en los Pirineos, durante 1928. Las aguadas fueron expuestas, en 1930, por la galería Bernheim – Jeune, una de las más prestigiosas de París. Posteriormente se expusieron en Bruselas y Berlín, donde Chagall estuvo presente.
Una vez finalizada la gira, las aguadas eran famosas, pero también se habían diseminado por todo el mundo. Nunca más volvieron a verse juntas: Bernheim – Jeune las adquirió por cuatro mil francos cada una y las vendió todas Cuando el Museo de Arte Moderno de Céret quiso organizar una exposición de las aguadas, con ocasión del trescientos aniversario del fallecimiento de La Fontaine, sólo consiguió mostrar 29, sin que se pudieran averiguar el paradero del resto. Esta exposición, calificada por el periódico francés Le Figaro como “ballet de colores”, también se presentó en 1996 en el Musée National Message Biblique Marc Chagall de Niza.
Jean de La Fontaine (1621-1695) y Marc Chagall compartían ciertas similitudes en su vida. A pesar de los siglos que separaban al escritor y al pintor, ambos poseían un increíble espíritu imaginativo. Ambos reflejan en sus obras memorias populares, y ambos creen en la humanidad y en su posible salvación. En la iconografía de Chagall los temas religiosos, judíos concretamente, inundan las telas y en las letras de La Fontaine, las moralejas nos hacen recapacitar igualmente sobre la realidad del ser humano. Sin duda, Chagall era el artista más indicado para ilustrar las Fábulas, a pesar de que muchos críticos le recriminaron a Vollard que encargara este trabajo a un pintor ruso y no a un francés. Por eso Vollard se justificó con esta tajante declaración: “Elijo a Chagall porque su estética es muy cercana, incluso está emparentada, con la de La Fontaine, densa y sutil, realista y fantástica». Chagall afrontó el reto y fabulaba con las figuras hasta el punto de plasmar relatos imaginarios verdaderamente mágicos como los relatos del escritor francés. Las moralejas de las fábulas de La Fontaine son metáforas pintadas por Chagall.
El ruso no era el primer artista que ilustraba las obras de La Fontaine. Ya ,a mediados del siglo XVIII, se realizó una edición en varios tomos, con grabados basados en diseños de Jean-BaptisteOudry. En 1838 fue J.J. Grandville quien ilustró las fábulas, Gustave Doré en 1867 y Benjamin Rabierlo lo haría a comienzos del siglo XX .
El hecho de que Chagall fuera de origen ruso y de religión judía aumentó las suspicacias. Parecía difícil que un extranjero pudiera dar vida a uno de los más ilustres poetas franceses. La visión de Vollard era justo la contraria: «Elijo a Chagall porque su estética es muy cercana, incluso está emparentada, con la de La Fontaine, densa y sutil, realista y fantástica». También le encargaría ilustrar la Biblia.
La colección mostrada en la Sala Municipal de Exposiciones de la Pasión de Valladolid, está formada por cien piezas que aluden a las fábulas de Jean La Fontaine, todas de tamaño similar, dispuestas sobre una pared en calada sobre la que se transcriben varias fábulas de Jean La Fontaine, que ayuda a entender el repertorio artístico.
Exposición: «Marc Chagall. Las Fábulas de Jean de La Fontaine»
Sala del Museo de la Pasión, Valladolid
Hasta el 20 de mayo de 2012 – Entrada gratuita –